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Las destituciones de Vázquez

Los últimos acontecimientos acaecidos a raíz de la publicación de las actas del Tribunal de Honor han dejado sobre el tapete un sabor “a resignación”. La ciudadanía fue sorprendida ante el fallecimiento de Jorge Menéndez, exministro de Defensa, ya que pese a ser conocida su enfermedad, lo precipitado de los hechos causaron estupor. El propio Poder Ejecutivo a través del presidente puso en tela de juicio el desempeño y la dignidad de Menéndez al destituirlo acusado de un acto que no cometió. Muy clara resultó en su carta renuncia cuál fue la actitud que él había tomado y quedó demostrado que no solo informó al secretario de la Presidencia Miguel Ángel Toma, sino también al mismo presidente Tabaré Vázquez. En primera instancia, ante la desprolija información brindada sobre lo sucedido, se nos dijo que tanto el comandante en jefe Manini Ríos como el ministro de Defensa estaban en conocimiento de las actas y nada dijeron. El presidente anunció en una entrevista brindada al periodista Gabriel Pereyra (que cambia su postura de inquisidor de acuerdo al entrevistado) que se había enterado de todo por la prensa y que firmó la homologación del fallo sin leerlo. Varios errores u horrores en un mismo acto: quedó demostrado por declaraciones posteriores que faltaba a la verdad pues hacía tiempo que conocía lo sucedido, acusó al ministro de faltar a su deber de informarlo y liberó de culpa a su secretario, como en otras oportunidades, cuando justamente ocurrió al revés y en ningún momento relató la verdad de los hechos, cosa que aún hoy no se sabe bien qué y cómo ocurrieron las cosas. Ante el fallecimiento de Menéndez el gobierno anunció honores de ministro para su sepelio, pero su familia, con la dignidad que a muchos les falta, los rechazó, pidió que ningún miembro del Ejecutivo hablara durante el entierro y que no asistiera Tabaré Vázquez. Lamentablemente alguna prensa progobierno no dio a conocer esta decisión familiar tomada con absoluto tino y libertad. El Partido Socialista defendió la actuación de Menéndez en todo momento, varios miembros de la oposición también lo hicieron y la inmensa mayoría de la dirigencia política y de la ciudadanía llegaron a la conclusión de que el culpable de ocultar o mal dar la información era el secretario de la Presidencia Miguel Ángel Toma. El único que no lo ve así es el presidente o pretende hacernos creer que no lo ve. Destituyó a la cúpula del ministerio, al comandante en jefe y a los generales que formaron parte del Tribunal de Honor, pero mantiene en su cargo al secretario de la Presidencia que resulta ser el mayor culpable de toda negligencia y ocultamiento de los hechos junto a él. Y aquí es donde aparece “la resignación” ciudadana, y no es la primera vez. Miguel Ángel Toma es un personaje que ha participado en varios eventos poco claros y siempre ha salido impune y empoderado. Tabaré Vázquez lo defiende a capa y espada quizá por su relación masónica o por la defensa que hizo de él y su hijo en el primer período, o su cercanía con Mujica o miembros de la Justicia o vaya a saber uno qué más nos ocultan. Y ante esta realidad que rompe nuestra vista no hacemos absolutamente nada, asistimos resignados. Y no solo con el caso Toma, pues hay más ejemplos, como la defensa a ultranza de Bonomi y Jorge Vázquez pese a los magros resultados en su gestión, las irregularidades en el Mides apadrinadas por Marina Arismendi sin dar explicaciones, el doble de gastos en la concreción del Antel Arena, las inconsistencias en el contrato de UPM2 que además incluye atribuciones para el presidente de la OPP, Alvaro Garcia, y para el secretario y subsecretario (Toma y Roballo) que exceden lo constitucional, las actuaciones procesadas de oficio por el fiscal de corte que luego son archivadas sin claridad, etc. La indignación se alimenta a través de la pasividad con que la población asiste a esta política oficial de no explicar nada o muy poco, de que muchas cosas son confidenciales y que el secreto es una moneda común. Total, piensan los miembros del oficialismo, nadie dice ni hace nada, ni la oposición ni ningún actor de importancia, mucho menos la Justicia. Incluso cierta prensa, servil al gobierno, apoya las decisiones adoptadas ya sea tergiversando los hechos o dando a conocer parte de ellos. Y aunque surjan periodistas que investigan y publican irregularidades, luego cae un manto de silencio y se arrojan bombas de humo para tapar la información. Año a año ha ido aumentando nuestra “resignación”, pero también gana terreno “el no te metas, los políticos son todos iguales, acá no se puede hacer nada” y todo tipo de frases que ayudan a que lo político siga por encima de lo jurídico, la mediocridad sea parte habitual de un currículum y la mentira dicha muchas veces se convierta en verdad. Este gobierno nacional, al igual que los dos anteriores y los 30 años de gobierno municipal se supone que serían ejercidos por los fundadores de la transparencia, la honestidad, la igualdad social y los defensores de los más sumergidos, pero termina siendo la hipocresía más grande de la historia de nuestro país, la mentira y el ocultamiento para convencer a las masas y descreer de algo tan sagrado como son nuestra inteligencia y nuestra libertad. Se apropiaron del poder y creen estar por encima de todos y harán lo que sea necesario para que las cosas sigan así, desacreditarán a todos aquellos que pretendan desenmascararlos y continuarán impunes, convenciendo a los más débiles de que los equivocados son quienes se les oponen pues solo buscan lo que ellos tienen: el manejo inapropiado del poder a sus intereses.


Sergio Barrenechea Grimaldi

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