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Periodismo del bueno y del otro

Sr. Director:
Tanto que se habla hoy de la nueva normalidad quizá sea una buena oportunidad para diferenciar entre los buenos periodistas y los periodistas circenses. Y cuando hablamos de buenos periodistas no nos referimos a excelentes o maravillosos, que los hay aun por suerte, sino a buenos en su profesión. O sea, críticos, profundos, lo más cercano a ser objetivos y que informen en forma adecuada. Los otros son casi imposibles de definir como periodistas pues solo informan lo que a ellos les gustaría escuchar, alimentan su ego, son subjetivos al máximo y la mayoría de las veces carecen de ética.
El domingo pasado muchos ciudadanos esperaban la primera entrevista al presidente Luis Lacalle Pou en un mano a mano y no en conferencia de prensa. Existía un verdadero interés por conocer las ideas del gobierno en este momento y sobre todo el futuro, la ya famosa “nueva normalidad”. Y todo empezó mal, muy mal. Quizá los equivocados fuimos muchos televidentes que, sin analizar bien ante qué formato de programa nos enfrentábamos, nos sentamos a mirar. Si bien se trataba del lanzamiento de un ciclo que, evidentemente de periodístico tiene poco, y va más por el chusmaje y la desacreditación de terceros (con o sin razón, con o sin pruebas), deberían haber realizado una presentación más sobria y que cada uno de los integrantes del staff guardara las reglas básicas de urbanización. Se podría exceptuar al cantante pero nunca al conductor, Ignacio Álvarez, que tomó el centro del estudio y no lo abandonó jamás. Si bien nosotros somos simples comunicadores de opiniones, tuvimos el privilegio de asistir a la Escuela de Periodismo de Búsqueda y recibir de un gran mentor, Claudio Paolillo, los principios básicos y elementales para una entrevista. Entre ellos debemos destacar el respeto, el no tuteo, el dejar hablar al entrevistado, no preguntar con respuestas y, muy importante, tener en cuenta que el centro de la entrevista es el invitado y nunca el periodista. Ninguno de estos parámetros básicos se le cruzó por la mente a Álvarez. Le faltó el respeto al presidente desde el primer momento: lo dejó sentado solo mientras presentaba su equipo o hacía promoción de muebles; donde él se sentó debía ir el entrevistado que era la mejor ubicación para las cámaras; jamás lo trató de Ud. y evitó referirlo como presidente (esto es básico, independiente de la amistad que tenga); habló de temas más que conversados hasta hoy, mucho pasado y poca cosa del futuro; intentó por todos los medios que Luis Lacalle Pou atacara al gobierno anterior en la persona de Tabaré Vázquez buscando siempre la discrepancia incluso con gente de la coalición como Manini y de sus propias filas como el intendente Moreira; trajo a la mesa audios y videos ordinarios que con mucha altura el presidente había dejado en el pasado, aunque no pudo dejar de mencionarle a Álvarez su propio video pornográfico que terminó por descolocarlo y finalizar abruptamente la entrevista con un “gracias, presidente Luis”. Este escueto resumen de una hora de entrevista nos mostró un presidente que intentó perder la compostura aunque estaba incómodo, incluso llegó a manifestar, debido al tono que llevaban las preguntas, que no era una entrevista para él, que lo dejara contestar, y por otro lado un comunicador vulgar en sus palabras y su forma de proceder donde siempre pretendió ser el centro de la noche, del circo por él mismo armado. Gravísimo error que también se comete en otros programas que pretenden ser periodísticos y son simples shows, me viene a la memoria En la mira por VTV con un estilo muy similar.
Y esta misma semana tuvimos la otra cara de una entrevista. El martes en la mañana en Radio Rural el periodista Fernando Marguery dialogó con Luis Lacalle Pou en otro nivel y apegado a las normas. Si bien comenzó con un trato de confianza, rápidamente se corrigió y habló con “el presidente de la República” y no con el amigo. Una batería de preguntas concretas, concisas, actuales y muchas sobre el futuro, que es lo que la ciudadanía quiere saber. Lo dejó explayarse y pese a ello no dejó de ser incisivo, pero mantuvo su posición dejando que el centro pasara por el entrevistado, que es lo que se debe hacer.
Dos grandes diferencias entre las dos corrientes que conviven hoy, la del viejo periodismo de sabuesos preparados que con su trabajo metódico y pensado logran el fin, que es informar a la gente sobre temas de interés público, y los nuevos, que se la saben todas, se presentan con indumentaria de boliche, utilizan lenguaje vulgar para ser más cancheros, alimentan siempre su ego, no dejan hablar y se molestan si pierden su esencia que pasa por lo chabacano y superfluo. Y también podríamos agregar una tercera franja, que siempre existió, pero hoy resalta aun más y son los periodistas partidarios. Los que participan en la prensa escrita y lo hacen para un medio plenamente identificado con una ideología, uno ya sabe qué va a leer y no se sorprende porque además muchos de ellos lo hacen con profesionalismo. Pero están los de la pantalla chica, los de los noticieros diarios que no pueden disimular la conformidad y benevolencia que tuvieron durante 15 años, y ahora su malestar si deben brindar a la audiencia noticias auspiciosas de la actual gestión. Ni siquiera vale la pena nombrarlos, pues ya todos los conocemos y por supuesto que hay excepciones, de las buenas, pero como tales son poquitas. Decía Claudio Paolillo y lo confirmaban quienes continuaron dictando sus cursos, que es imposible que un periodista logre 100% de objetividad, debe tender a ello y cuanto más lo haga, más cerca estará, pero lo subjetivo, lo subyacente es parte de la condición humana.
¿Son estilos diferentes? No, son cosas diferentes, unos educan e informan, los otros buscan rating y visualización sin importar a quién exponen. Los primeros apuntan al fin periodístico que es informar para que la ciudadanía tenga la mayor cantidad posible de elementos a la hora de tomar sus decisiones. Los otros, unos van por un camino tinilesco que es de corta duración y logran los aplausos solo de los de su misma clase que, por suerte, son los menos, y los televisivos son tan insoportables, cada vez con menos audiencia y ahora abarcando más de dos horas con el fin de lograr atención 15 minutos.
Hoy la pandemia mundial, que en Uruguay es epidemia, se lleva todos nuestros esfuerzos. No sabemos hasta cuándo, no será eterna y en algún momento viviremos a pleno la nueva normalidad y el uruguayo elegirá un estilo u otro de informarse, yo ya elegí, y ¿Ud.?
Sergio Barrenechea Grimaldi
Egresado Escuela de Periodismo de Búsqueda
(primera generación, 2017)

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