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El Partido Nacional


Dueños de la pasión política por excelencia los nacionalistas se aprontan a dar una nueva muestra de civismo. Hace cinco años y en una jugada inesperada para un protagonista de la política uruguaya como Luis Alberto Lacalle Herrera, anunció su retiro del liderazgo del herrerismo, sector que además era el mayoritario. Formado como un ejército de la militancia y las ideas, este viejo y centenario tronco blanco procesó como pocos pueden hacerlo en el Uruguay una renovación.

 Inesperadamente un joven diputado Luis Alberto Lacalle Pou, pujante como su padre, logró ganarle la pulseada a otros también merecedores aspirantes a ese liderazgo. Combinación de renovación y tradición Luis Lacalle desplegó una serie de alianzas y repatriaciones además de convencer a algunos frentistas como Graciela Bianchi, que él era algo nuevo y no solo una cara nueva representando algo viejo. El auto cultivo de la marihuana, una capacidad envidiable de trabajo y recorrido incesante, además de una arriesgada y exitosa apuesta a un discurso por “la positiva”, lo pusieron de candidato único de los blancos en 2014. Su juventud en un país avejentado y conservador no lo llevaron a ser presidente ante un rival casi imbatible como era en ese entonces Tabaré Vázquez. El ex presidente era portador de certezas y un gobierno de 2005 a 2010 bien recordado le evitaron una segunda vuelta compleja. Llegará a la próxima elección nacional con 46 años y una marca familiar de duro y leal contrincante, incansable y lleno de propuestas de manera permanente. Tiene su equipo formado y visible y solo resta saber si en campaña y, con otro aplomo luego de ser 5 años senador y yendo por su segunda campaña presidencial, podremos ver a una mejor versión del candidato Luis Lacalle. Sus movimientos en el periodo inter electoral han sido minuciosamente previstos. Ha dejado descansar a la opinión pública de manera adecuada y sus apariciones han combinado críticas y propuestas dando una sensación clara de que si Lacalle fuese presidente algunas cosas cambiarían. Si es capaz de sintetizar al 50% más 1 de los votantes con sus cambios, ese es su desafío. Que vean más al presidente y menos al candidato sería un razonable objetivo de campaña. 

Del otro lado sí hay novedades. Tradicionalmente y desde hace más de 100 años el Partido Nacional ha tenido otro sector a lo largo del tiempo, han sido transitoriamente lussichistas, independientes o wilsonistas. A diferencia del liderazgo familiar herrerista, esta otra pata nacionalista no ha seguido tradiciones y tal vez allí radique los zigzagueos ideológicos que los ha llevado de derecha a izquierda o de posiciones conservadoras a más progresistas. Desde la muerte de Wilson Ferreira, último caudillo, este espacio fue pasando por diversas candidaturas. Zumaran, Carlos Julio Pereyra, Volonte, Ramírez y llegamos a Larrañaga en 2004. Este ex intendente de Paysandú logró una excepcional votación cercana al 35% y logró prolongarse en el liderazgo gracias a un cúmulo de colegas del interior que lo apoyaron en estas últimas tres elecciones. Una larga columna de listas en Montevideo lo convirtieron en un sector estable de centro. Cuando pensábamos que asistiríamos a una renovación del sector con un Larrañaga desgastado por tres intentos  ”el guapo” se re inventó. En pleno problema con la senadora Verónica Alonso e intendentes abandonándolo y con Bascou como otro frente abierto de críticas, combinado con un anuncio poco profesional de su cuarta candidatura, la inseguridad le dio una oportunidad única de tener un espacio propio desde donde resurgir. Mientras el resto de la dirigencia nacionalista no se plegaba a juntar firmas para reformar la constitución, Larrañaga lograba sintonizar con la gran mayoría de los uruguayos de hacer algo. Su histórica posición de “sacar los militares a la calle” hizo verosímil y coherente la propuesta de reforma y le dio además un contenido a su campaña que hasta ese momento no tenía.

La tercera en anotarse fue Verónica Alonso. Dueña de una imagen fuerte en Montevideo y Canelones. Fue cinco años diputada y en el actual período senadora. La más votada en la interna Larrañaguista, fruto de más de 100 listas que la apoyaron incluido el polémico Jorge Márquez, Alonso arriesgó al salirse del segundo lugar que cómodamente pudo haber repetido detrás de una cuarta candidatura de Larrañaga. Recorriendo el país con “el timbrazo” al estilo de María Eugenia Vidal la precandidata ha intentado desarrollar una estructura nacional que le permita competir de igual a igual. Muchas conversaciones con el grupo de los intendentes que parecía iba a cuajar en un único grupo, no prosperaron y allí estará una de las claves de su éxito.

 A medida que pasaban los días, meses y el mundial, el grupo de los intendentes no lograba acordar internamente sobre a quién apoyar. Claramente no se iban con Luis Lacalle ni volverían con Larrañaga y al no llegar a sumarse a una candidatura de Alonso debieron promover a un cuarto pre candidato para la interna. Botana dijo que no y finalmente Enrique Antía fue el elegido. Dueño de una imagen consolidada en Maldonado con una gestión exitosa aunque no librada de polémicas, el intendente liderará a colegas, ex intendentes y un grupo de diputados para nada despreciable.

 Estando claro el panorama con Juan Andrés Ramírez Saravia bajándose y Carlos Iafigliola con una candidatura que no parece ser capaz de levantar a los blancos, se preparan con discursos de unidad para correr esa carrera.

 El último en llegar a la línea de largada es el ya polémico Juan Sartori. Dueño de un club de futbol en Inglaterra y socio de una de las mayores empresas agropecuarias del Uruguay, viene con intenciones de sumarse con un perfil más moderno motivado en los éxitos de outsiders o nóveles políticos como fueron Macron, Trump y hace pocos días Bolssonaro. Un signo de interrogación gigantesco para Sartori, aunque por la inercia natural que el Uruguay ha mostrado en materia electoral, se hace difícil pensar en éxitos tan rotundos. Puede claramente representar a una porción nada desdeñable de la población cansada de la política tradicional y allí sería más un problema para Novick que para los candidatos blancos.

 Pasando en limpio, hoy el claro favorito es Luis Lacalle y no parece que fuese a haber sorpresas pero los militantes nacionalistas han dado sobradas muestras de cambios sistemáticos de humor. Desde la reunificación de los años 50 donde las mayorías internas han ido cambiando de pata, una elección tras otra con la única excepción de 2014 donde el herrerismo logró retener la mayoría interna. La clave ha sido históricamente los votos de Montevideo y Canelones y desde la reforma del 96 aún más. Hoy Lacalle tiene en la capital una fuerte competencia propia con la histórica 71 de Heber y Penades, la 404 de Álvaro Delgado, la 40 del también senador Javier García a quienes se le sumó el intendente de Florida Enciso y su novel grupo Dale. En Canelones mientras tanto compiten la 400 de Niffouri, con la 33 del también diputado y candidato a intendente Sebastián Andújar. En las otras candidaturas Larrañaga perdió al dirigente canario Daniel Peña y en Montevideo a la ahora precandidata Alonso pero está rearmando la zona metropolitana junto a Gandini, relanzando la histórica Por la Patria bajo su lista 250. Los otros dos candidatos Antía y Alonso son complementarios pero allí lleva ventaja la senadora por la incidencia mencionada. Si no hay una confluencia en una única candidatura para que sea un mano a mano, el ganador será nuevamente Luis Lacalle y aún unidos seguirá siendo el favorito y probable ganador.

Alejandro Lourido Romero

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